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Posts Tagged ‘Terrorismo en Boston’

Las bombas de Boston estaban en ollas de seis litros fabricadas por Fagor

In Política, Crisis, Ciudadanía, Críticas, Comentarios on 18 abril, 2013 at 10:40

La tapa de una de ellas ha sido encontrada en el techo de un edificio.

 

 

Las autoridades que investigan los ataques con bombas en Boston han hallado la tapa de una olla de presión, aparentemente usada en uno de los artefactos, y lo que parece un trozo de circuito del detonador, según medios locales.

CNN informó de que los investigadores hallaron en la azotea de un edificio cercano al sitio de una de las explosiones la tapa de una olla a presión supuestamente usada como contenedor de la bomba.

El diario The Boston Globe señala, por su parte, que «los investigadores han determinado que las dos bombas probablemente se hicieron con ollas de presión de seis litros«, a juzgar por el análisis de los fragmentos que han sido recogidos minuciosamente de lo que se considera la mayor escena de crimen en la ciudad.

Las cargas explosivas estaban rellenas con clavos y balines pequeños, como los perdigones, para aumentar su efecto mutilador y las ollas probablemente se colocaron envueltas en bolsas de plástico negro o en mochilas dejadas en el suelo.

El diario The New York Times añade la posibilidad de que una de las ollas a presión sean de la marca española Fagor, por el indicativo de 6L (seis litros) encontrado en uno de los fragmentos y que podría corresponder a uno de sus modelos. La compañía ha recordado al diario que venden unas 50.000 ollas de este tipo al año en EEUU.

 

El FBI cree que las bombas eran ollas a presión y estaban escondidas en mochilas negras

In Política, Crisis, Ciudadanía, Críticas, Comentarios on 17 abril, 2013 at 11:46

Tres muertos y 176 heridos en las explosiones de Boston. Son similares a las utilizadas por la insurgencia en Afganistán o Irak.

 

Los investigadores trabajan en el lugar donde explotó una de las bombas. | Reuters

 

Junto a la meta del maratón, una olla a presión de seis litros llena de metralla en forma de clavos y perdigones esperaba el lunes a miles de corredores escondida en una mochila negra de nailon. A pocos metros, había otra bomba casera parecida y destinada a matar y mutilar civiles, según el FBI, que sabe cómo eran los artefactos improvisados, pero no quién los puso ni por qué.

Un congresista de Texas, el republicano Michael McCaul, contó este martes estos detalles después de recibir un ‘briefing’ de los agentes federales, que confirmaron algunas de sus explicaciones en una rueda de prensa. McCaul, que es miembro de la comisión de Seguridad Nacional, dijo que los agentes creen que la olla o ollas utilizadas son las mismas que los soldados de Estados Unidos están acostumbrados a ver en Afganistán o en Irak.

Los artefactos que el lunes causaron la muerte a tres personas y heridas a 176 estaban cargados de metralla para hacer más daño, según confirman también los médicos que han atendido a los mutilados. El FBI cree que las bombas estaban escondidas en mochilas negras que pasaron desapercibidas entre las bolsas de basura y los efectos personales de los maratonianos.

Uno de los componenetes que habría compuesto una de las bombas. | FBI 

Las dos bombas estallaron diez minutos antes de las tres de la tarde con 12 segundos de diferencia a pocos metros de la meta y asesinaron a tres personas, entre ellas un niño de ocho años del barrio obrero e irlandés de Dorchester. El pequeño fue identificado como Martin Richard. Su madre y su hermana sufrieron heridas graves y están hospitalizadas en condición crítica. La segunda fallecida identificada es Krystle M. Campbell de 29 años de edad. No se conoce la identidad de la tercera persona asesinada, pero la Universidad de Boston anunció que era uno de sus estudiantes.

La Administración Obama reconocía que podía aclarar pocos detalles un día después de la masacre. Los agentes de FBI y los policías de Boston registraron un piso de un estudiante saudí a las afueras de la ciudad y seguían interrogando sospechosos, pero la búsqueda «muy abierta» continúa con pocas pistas sobre el culpable o los culpables.

«Sabemos que alguien puso las bombas. Sabemos que obviamente causaron graves daños. No sabemos quién las hizo. No sabemos si esto es un atentado de una organización o de un individuo o de un grupo de individuos. No tenemos ninguna idea del motivo. Todo lo demás es, de momento, especulación», dijo el presidente Barack Obama en una comparecencia en la Casa Blanca de cuatro minutos sin preguntas.

Terrorismo ‘extranjero o doméstico’

También subrayó que el FBI no sabe si se trata de un caso de terrorismo «extranjero o doméstico». El presidente viajará el jueves a Boston para asistir a un servicio interreligioso de homenaje organizado en la catedral católica de la ciudad, una de las más grandes del país.

Por ahora no hay indicios que apunten que el atentado de Boston fuera parte de una trama más compleja que vaya a producir otros atentados. La secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, que aseguró que las autoridades habían reforzado el número de policías en las calles «por mera cautela» y no porque tengan pruebas de que los autores de la masacre estén preparando un ataque similar.

Napolitano subrayó la llamada a la colaboración de quienes estaban presentes en el lugar del atentado y solicitó a los ciudadanos que enviaran sus vídeo o sus fotografías de los instantes de las detonaciones a los agentes del FBI. Las autoridades registraron el piso de un estudiante saudí en Revere, un suburbio a ocho kilómetros del centro de Boston, en busca de pistas del terrorista que colocó las bombas en el maratón.

Una de las mochilas que explotaron en Boston. | FBI 

El jefe del FBI en Boston, Richard DesLauriers, dijo que «la investigación está muy activa». Los agentes explicaron después en un ‘briefing’ a un grupo de congresistas que el saudí no es sospechoso, sino «testigo». El chico, según la descripción de su compañero de apartamento, tiene 20 años, estudia inglés, es un amante del fútbol, devoto musulmán y muy pacífico.

Boston se despertó este martes entre la incertidumbre y el horror de los detalles de la masacre en la carrera más antigua del país. El luto se sentía en toda la ciudad en que decenas de personas han sido mutiladas. Sin conocerlos, algunos se emocionaban al hablar de los muertos.

Los colegios y las universidades abrieron sus puertas. Pero muchas empresas permitieron a sus empleados trabajar desde casa, se suspendió el partido de los Celtics, el equipo de baloncesto local, y turistas, vecinos y maratonianos erraban por el centro de la ciudad alrededor de las doce manzanas cerradas junto a la calle Boylston, el lugar de las explosiones.

Medallas ‘tristes’

Los corredores que no habían cruzado la meta podían reclamar su medalla sólo por participar, pero algunos no se atrevían ni a colgársela al cuello. Jaime Herrera, un comerciante mexicano de Guadalajara, la mostraba enganchada a una bolsa. «La he puesto aquí. Es demasiado triste», explicaba a EL MUNDO.es Herrera, que estaba a 800 metros de la meta cuando estallaron las bombas y la policía detuvo a los corredores.

Herrera llevaba tres horas y 58 minutos corriendo y era su primera vez en Boston después de participar en otros 11 maratones por todo el mundo.«No sabe igual a otras medallas. Nos la ganamos porque corrimos y sufrimos. Pero es el dolor de otros», contaba a su lado Luis Cuan mientras las sirenas y los helicópteros ensordecían a su alrededor, la banda sonora de un día marcado por la tensión.

La ciudad seguía en alerta máxima, con militares vestidos de camuflaje en parques y estaciones. A primera hora de la mañana, un avión procedente de Filadelfia fue evacuado tras aterrizar por un paquete sospechoso que resultó una falsa alarma. El aeropuerto de La Guardia, en Nueva York, también fue desalojado casi a la vez por otra sospecha infundada. Por la tarde, el tráfico aéreo empezaba a fluir lentamente. Los maratonianos que podían empezaban a dejar la ciudad y debatían si volver o no a la carrera más amada.

Elise Conner, higienista dental de Chicago, oyó la primera explosión nueve minutos después de cruzar la meta, se dio la vuelta y 12 segundos después vio la segunda. Pero no tiene dudas y dijo a este diario: «Adoro el maratón de Boston. El público es increíble. No hay otra carrera igual. Estaré aquí el año que viene».

 

 

 

 

 

Ahora le ha tocado a Boston

In Política, Crisis, Ciudadanía, Críticas, Comentarios on 17 abril, 2013 at 11:40

El atentado ha tenido lugar en un momento con tantos frentes abiertos que resulta tan arriesgado conjeturar sobre la autoría como sobre las consecuencias.

 

 

Es un día de fiesta y celebración en el que las familias, los universitarios del MIT, de la Boston University  o de Harvard y los yuppies del Prudential viven una suerte de liturgia popular en torno a este acontecimiento deportivo, que se sigue con tanta expectación como los partidos de los Redsocks o los Celtics. Este lunes la ilusión saltó por los aires cuando dos bombas explosionaron en la línea de llegada.

Un modo de actuación distinto

Todavía hay más sombras que luces en todo lo relativo al atentado. Lo único claro es que, de momento, tres personas han muerto, entre ellas un niño de 8 años, y los heridos se cuentan por decenas. En su alocución televisiva, el presidente Obama evitó utilizar la palabra “terrorista” para calificar el acontecimiento, y los principales medios de comunicación están tratando la noticia con especial moderación para evitar conclusiones precipitadas. Este atentado supone un modo de actuación distinto a los que conocíamos hasta ahora. Representa un salto cualitativo respecto a las tragedias que, de tanto en cuanto y de forma más o menos regular, nos llegan de Estados Unidos.

No se trata de un acto irracional como un ataque con fusiles de asalto a un colegio, supermercado, estación… que generalmente concluye con la inmolación del perturbado de turno; tampoco parece probable que nos encontremos ante otro Unabomber (Theodore Kaczynski), que seleccionaba sus objetivos. Si acaso se parece más al atentado de Atlanta en los Juegos Olímpicos de 1996, en el que murieron dos personas, perpetrado por el iluminado Eric R. Rudolph para oponerse a los homosexuales y abortistas.

Lo cierto es que este atentado ha tenido lugar en un momento especialmente delicado y con tantos frentes abiertos que resulta tan arriesgado conjeturar sobre la autoría como sobre las consecuencias. Eso sí, no me cabe duda de que, en aras de la seguridad, volverán a sacrificarse buena parte de las cada vez más menguadas libertades personales. Medidas, sean cuales fueren, que más pronto que tarde importaremos los europeos.

Uno de los temas capitales tendrá que ver con la nacionalidad del autor o autores. Es decir, si el enemigo se ha engendrado en casa o si, por el contrario, “no es uno de los nuestros”. La tragedia social que supuso el atentado de Oklahoma perpetrado por Timothy McVeigh en 1995 -fue un 19 de abril, ¿tendrá algo que ver la proximidad de la fecha?- tuvo que ver tanto con el número de fallecidos, 168, como con el hecho de que fuera un norteamericano quien lo cometió. La sociedad estadounidense puede entender, asumir si se prefiere, que desde fuera quieran terminar con su democrático modelo social, pero continúa resultándole incomprensible que un conciudadano esté dispuesto a poner fin a ese mismo sistema utilizando la violencia para ello. Además, siempre resulta más duro no tener terceras personas a quienes responsabilizar de nuestras desgracias.

Si la autoría es de un solo individuo, probablemente se trate de un norteamericano y, en caso de no ser detenido rápidamente, algo improbable a tenor de los anteriores casos mencionados (el rápido arresto de McVeigh fue fruto de la casualidad), puede volver a actuar en cualquier momento. Si, por el contrario, se trata de una célula terrorista, las detenciones serán más rápidas y Robert Mueller, director de FBI, tendrá que dar alguna que otra explicación. De momento, en su página oficial el FBI pide a los ciudadanos que envíen a una dirección de correo determinada los vídeos que puedan tener del atentado.

En lo que sí tendrá un impacto importante será en la legislación sobre la posesión y utilización privada de armamento que está a punto de aprobarse. Grupos como la NRA (Asociación Nacional del Rifle) no dejarán pasar la oportunidad de reivindicar el principio de la autodefensa personal. Una posible lectura de la tragedia de Boston tendría que ver con la imposibilidad del Estado para salvaguardar sus vidas. El problema es que, a veces, olvidamos lo fácil que resulta matar.